"París bien vale una misa"

La segunda mitad del siglo XVI estuvo caracterizada en Francia por la guerra civil que dividió al país. Esta contienda sería posteriormente conocida como "Las Guerras de Religión Francesas", que básicamente enfrentaron a los católicos franceses con los hugonotes (como se conocía a los protestantes en Francia). Además del principal componente de la religión, estas guerras estuvieron también alimentadas por diferencias políticas y sociales que estaban fracturando el país. Por otro lado, al estar en juego el trono francés, otras importantes potencias europeas tomaron partido en mayor o menor medida: la España de Felipe II, el Papa y la Iglesia de parte de los católicos y la Inglaterra de Isabel I por los protestantes. Todos estos ingredientes consiguieron que estas guerras se prolongaran durante más de treinta años (1562-1598).

Una de las motivaciones concretas de la guerra fue la prohibición del protestantismo en 1559 por parte de Enrique II. Días más tarde este moriría y tras tres sucesiones al trono, y debido a la muerte de Enrique III en 1589, acabó siendo monarca nuestro protagonista de hoy: Enrique IV (III de Navarra).

Enrique luchó durante la guerra de parte de los hugonotes (de hecho él mismo era protestante) y en 1572 se casó con Margarita de Valois como parte de un trato para intentar lograr la paz entre las dos religiones. Pero este matrimonio, lejos de apaciguar el enfrentamiento, desembocó días más tarde, en la Noche de San Bartolomé: una cruel matanza de hugonotes por parte de los católicos que se extendió por toda Francia.

Como ya digo, es en 1589 cuando Enrique IV accede a la corona, pero en principio sólo es reconocido como rey por el bando protestante. Para acabar con esto y dar un paso más hacia la pacificación del país, Enrique decide convertirse al catolicismo el 25 de Julio de 1593. Y es en ese momento cuando pronuncia su famosa frase: "París bien vale una misa".

Las Guerras de Religión acabarían definitivamente en 1598 con la firma del edicto de Nantes, en el que se reconocía la libertad de culto y se permitía por tanto la religión protestante. Este tratado fue de extraordinaria importancia, pero si esta época es recordada por algún hecho concreto, lo es sin duda por la célebre sentencia.

"Paris vaut bien une messe"

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