Hace unos días comentaba el 220 aniversario de la Toma de La Bastilla, los acontecimientos que se produjeron y el consiguiente comienzo de la Revolución Francesa. Como decía en dicha entrada fueron varios los motivos por los que se iniciaron las revueltas: la subida del precio del pan, la pobreza, la bancarrota del Estado... y algo no menos importante: el distanciamiento cada vez mayor entre el pueblo y la monarquía. Este alejamiento, ésta cada vez menor sintonía entre los ciudadanos y la realeza, se ejemplificó claramente en la frase que titula la entrada de hoy.
El mismo día 14 de Julio en que los parisinos tomaban La Bastilla, e iniciaban así un proceso que cambiaría el mundo, Luis XVI pasó todo el día de cacería en las afueras de Versalles. A la noche, llegado ya a palacio y agotado por la expedición, se acostó y durmió hasta el día siguiente. La mañana del día 15, saltándose todo el protocolo y las normativas habituales, un enviado le comunicó la noticia al rey: el pueblo se había echado a la calle, había tomado las armas y había acabado asaltando La Bastilla. Luis XVI, incrédulo y como siempre con la cabeza en otros menesteres, preguntó: "¿Es una revuelta?", a lo que el enviado sentenció: "No Majestad, es la Revolución".
Como véis, con las cosas así, parece que el final de Luis XVI no podía ser otro que el que fue...
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