Como ya sabréis todos, la semana pasada falleció el gran Miguel Delibes. Los recuerdos y homenajes a su persona han sido innumerables estos días. Se han repasado todos sus trabajos y novelas, así como sus numerosísimos premios entre los que muchos echan en falta el Nobel de Literatura. Por cierto, ¿es menos merecedor de dicho galardón Delibes que la última ganadora, la hasta entonces desconocida Herta Muller? No he profundizado mucho en la literatura de ninguno de ellos, pero lo dudo mucho. Seguramente una injusticia más del mundo de los premios en general y de los Nobel en particular.
Personalmente quería haber escrito esta entrada antes, pero entre una cosa y otra, lo he ido dejando y no he conseguido hacerlo hasta hoy. La cosa es que, como ya he dicho, todavía no he llegado a profundizar mucho en las novelas de Delibes, y digo todavía porque tengo la intención de, poco a poco, ir leyendo toda su obra, o al menos la más importante. Lo poco que he leído de él, me ha parecido una maravilla y por tanto no veo motivo para no seguir con otros de sus libros. Si disfrutando de su legado, ponemos un granito de arena para engrandecer aún más su figura, pues bienvenido sea. Yo, para empezar, tengo pensado ponerme con "El Hereje", una de sus últimas novelas, que ya tengo pululando por casa.
Para acabar, como recomendación me gustaría dejar "El Camino", una entrañable novela en la que un joven, Daniel el Mochuelo, a punto de dejar su pequeño pueblo para irse a estudiar a la ciudad, cuenta las aventuras que ha vivido allí durante su niñez, describiendo perfectamente la vida del campo y el enorme paso de la infancia a la adolescencia. Travesuras, vivencias, descubrimientos y aventuras que se juntan en una gran novela que personalmente me hizo pasar por la añoranza, la alegría, la tristeza y la diversión.
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