¡Y en un pis-pás nos hemos plantado en Diciembre ya! Y ahora se pasará la navidad como si nada. Comidas, regalos, cenas, besos, más comidas, reuniones, más regalos, discusiones, más cenas, familia, amigos, más comidas… y de repente se acabó. Y otro nuevo año que empezamos. ¡2010 ya! ¿Cómo pasa el tiempo no? Sin darnos ni cuenta. Para intentar evitarlo, este pasado fin de semana he intentado ser consciente de cuánto tiempo quedaba en cada momento. Viernes a la tarde: “bien, todavía queda todo el fin de semana”. Sábado a la mañana: “bien, bien, todavía sábado”. Sábado a la tarde: “bueno, todavía no se ha acabado el sábado y aún queda todo el domingo”. Pero nada, ni aún así. Al final llegó el domingo a la tarde y me encontré pensando: “Joder, si mañana hay que ir a trabajar ya, si ya se ha acabado el finde”.
Y es que el tiempo al final se pasa volando y muchas veces aunque lo queramos aprovechar al máximo, nos encontramos con que no tenemos tiempo para hacer nada. Y si lo extrapolamos a toda una vida, es posible que nos pase lo mismo, que la vida se nos acaba cuando todavía tenemos la sensación de que nos queda mucho por hacer, de que se nos han quedado muchas cosas en el tintero. “Tempus Fugit” que dirían los romanos. Pero... ¿realmente aprovechamos bien nuestro tiempo? Pues alguien que reflexionaba un poco sobre estas cosas y que sabía un poco de todo esto: del hombre, de la vida, del tiempo y de la existencia, nos dice básicamente que no.
Recientemente he leído la obra de Séneca “Sobre la Brevedad de la Vida”, en la que se nos transmite la idea de que la vida no es corta, que es lo suficientemente larga, y que somos nosotros los que desperdiciamos el tiempo en cosas que no lo merecen. El filósofo cordobés escribió que, para aprovechar verdaderamente el tiempo, deberíamos intentar dedicarnos a la reflexión, a nuestro yo interior y a hacer aquello que realmente nos llena y nos hace sentirnos realizados, lo que en conjunto él llama virtud. En cambio nosotros, por pereza, dejadez o comodidad, no solemos actuar así, sino que llenamos nuestra vida con cosas banales, y simples entretenimientos que no nos permiten tener una vida más intensa y completa.
Pero Séneca no desprecia totalmente esos entretenimientos banales, las riquezas o los placeres. Piensa que se puede disfrutar de ellos, pero sin sentirse su esclavo y acabar subordinado a ellos. Que en nuestra dedicación a la virtud, esos placeres irán apareciendo por el camino para poder aprovecharlos, pero eso si, sin convertirlos nunca en el fin último o el objetivo de dicho camino.
La obra fue escrita por Séneca en el 55 d.C. pero todavía hoy puede aplicarse perfectamente a nuestros días y nuestra sociedad. Quizá deberíamos hacer un poco de caso al antiguo sabio cordobés y por ejemplo durante estas navidades tratar de no poner tanto énfasis en todas esas comidas, cenas, reuniones y regalos que tenemos por delante (porque al final pasan volando y antes de que nos demos cuenta) y tratar de dar un sentido más profundo a ese periodo navideño y meditar sobre las cosas que nos rodean, sobre la propia vida y lo más importante, sobre nosotros mismos.
Otro acierto más, sin lugar a dudas, tanto en la forma, amena y desenfadada, como especialmente en el fondo, nada menos que el paso del tiempo, o sea de la vida, y sobre todo de la percepción del paso del tiempo y el transcurrir de la vida.
ResponderEliminarAsunto capital este que tratas, pero como el resto de cuestiones fundamentales poco atractivas para el común de los mortales, y más en esta sociedad tan superficial y “mediática”.
El tiempo, según la física moderna, algo, relativo y misterioso, hasta el punto de que no se habla solo del tiempo, sino, de la dualidad espacio-tiempo. Como estableció Einstein, el tiempo depende de la velocidad del observador, lo que introduce otro aspecto a tener en cuenta a su ya de por sí complicada percepción. Percepción que nos induce a experimentarlo como “eterno” en los momentos desagradables y dolorosos y “fugaz” en las vivencias placenteras y agradables.
Ciertamente el concepto de virtud de Séneca es aplicable a nuestros días y no solo eso, sino que entronca con la tradición oriental y gran parte del conocimiento relativamente oculto occidental, en lo que Aldous Huxley denominó Filosofía Perenne y plasmó en una obra titulada de la misma forma y que debería ser de lectura obligada o al menos recomendada en el bachillerato.
Por último respecto a los significados de la meditación y la reflexión, dos comentarios:
Uno, el convencional, es decir, profundizar, aclarar, analizar con el intelecto la realidad, o mejor dicho lo que percibimos como realidad, nuestra realidad, nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones, contextualizarlos (aspecto positivo del postmodernismo), relativizarlos y asumirlos en nuestro entramado psicológico.
Otro, el oriental, budista, zen, integral…es decir, dejar fluir, observar de forma pasiva nuestros pensamientos, emociones y sensaciones, marcar una distancia con nuestro ego, intentar romper con los automatismos y condicionamientos culturales, psicológicos… que todos arrastramos. Es difícil, no solemos tener tiempo para esto (no nos engañemos, no queremos destinarle tiempo), no disponemos del entorno adecuado en nuestras casas, tenemos otras cosas más urgentes que hacer, bla, bla, bla…perdonad pero, que bien me quedo, no nos sale de los cojones.
Hagamos caso a Séneca, probemos la meditación, cultivemos la virtud, quizá no pasa nada, me aburro, o igual si pasa, y permito que “eso” que subyace en toda vida y que nuestro sempiterno ego arrincona continuamente pueda manifestarse.
Sigue así Rcky, nos viene bien a todos los que participamos en tu blog, altamente estimulante.
Filos.