Unas veces se lleva el protagonismo quien no lo merece. Y otras, quien lo merece queda olvidado. La Historia, a pesar de probada, científica y metódica, es humana; y como humana, es imperfecta y por tanto en muchas ocasiones injusta. ¿Quién se acuerda por ejemplo del nombre de los soldados que participan en una guerra en vez del nombre de los generales que les dirigen? Nadie. Obviamente porque es imposible conocer tantos nombres, pero no por imposible deja de ser injusto. Y ahora otra más concreta ¿de quién nos acordamos cuando hablamos del Heliocentrismo? Muchos lo harán de Galileo Galilei. Otros, afinando un poco más, lo harán de Nicolás Copérnico. Y quien conozca más sobre el tema se acordará de ambos y además citará a Johannes Kepler y sus órbitas elípticas. Pero ¿quién se acordará de Aristarco de Samos?
Aristarco fue un matemático griego (nacido en Samos) del siglo III a.C., que desarrolló su vida personal y profesional fundamentalmente en Alejandría, una de las ciudades más prósperas y centro del saber y la erudición de la Antigüedad. Pronto se interesó por el estudió de los cielos y la astronomía, y gracias a estas observaciones y a sus amplios conocimientos de matemáticas y geometría, consiguió determinar los ángulos que formaban el Sol, la Tierra y la Luna cuando ésta se encontraba en uno de sus cuartos. Y obviamente, con estos ángulos, calculó sus distancias (con asombrosa precisión para la época y los medios disponibles).
De esta forma, Aristarco se percató de que la distancia de la Tierra al Sol era inmensamente mayor que la distancia Tierra-Luna. Teniendo en cuenta esto, y que el Sol y la Luna, vistos desde la Tierra, tienen un tamaño aparentemente similar, Aristarco dedujo que el Sol debía ser muchísimo más grande que la Luna e incluso que la propia Tierra. Estas deducciones, que en sí mismas ya eran enormemente revolucionarias y suponían un tremendo avance, no quedaron ahí, sino que hicieron que, junto con otras evidencias y estudios, el griego se replantease la teoría Aristotélica del Geocentrismo que dominaba entonces -¿Qué sentido tiene que el cuerpo más grande (Sol) sea el que gire en torno al más pequeño (Tierra)?- y se convirtiese en el primero en formular una teoría Heliocéntrica completa.
Desgraciadamente, de las obras de Aristarco, solo ha llegado hasta nuestros días su “De los tamaños y las distancias del Sol y la Luna”, ya que el resto se perdió en los famosos incendios de la Biblioteca de Alejandría, y sabemos de sus ideas por las citas de otros sabios. Además, y como tantos otros adelantados a su época, Aristarco fue un incomprendido y parece que sufrió numerosas presiones en contra de sus teorías, que tuvieron que esperar 1.700 años a que Copérnico y Galileo las retomasen y comenzase su establecimiento paulatino pero definitivo en la sociedad.
Y es que las teorías de este antiguo matemático, no solo suponían una revolución física y astronómica, sino también filosófica y cultural, ya que hacía replantearse el papel del ser humano en el universo -Si ni siquiera la Tierra es el centro de los astros de su entorno... ¿cómo va a ser el hombre el centro del universo y de la existencia?-. Gran pregunta ¿no? El misterio de la vida. ¿Quizá es que no es esta la vida que nos toca protagonizar sino quizá una que venga después? No sé. E incluso una reflexión parecida, aunque más del día a día: Si la Tierra no es el centro del universo... si la Tierra no es entonces tan importante... si la Tierra sólo es una más... ¿por qué nosotros como individuos nos creemos tan importantes dentro de una sociedad o un grupo? ¿por qué solo vemos lo nuestro y por qué nos cuesta tanto ponernos en la piel del prójimo? ¿por qué nos cuesta tanto cambiar de opinión y escuchar a los demás? Si solo somos uno más... ¿por qué pretendemos que todo gire entorno a nosotros?
El hombre no es el centro del universo????
ResponderEliminarHEREJÍA!! A la hoguera!!!!
Muy interesante la historia de Aristarco y muy sugerente la derivada posterior sobre la importancia que se da el hombre a sí mismo.
ResponderEliminarKen Wilber establece una división muy práctica y elemental en el desarrollo de las personas:
Conciencia o personalidad egocéntrica, que solo le importa lo suyo, su ego.
Conciencia etnocéntrica, le importan su familia, su clan, su pueblo…
Conciencia mundicéntrica, se interesa por todos sus semejantes y en general por todos los seres vivos.
La mayoría de nosotros tenemos una mezcla de estas personalidades, pero también los hay, muy pocos, con un alto desarrollo de la conciencia mundicéntrica, hasta el punto de que han anulado casi al mínimo su ego individual.
Es una gran suerte poder conocer y disfrutar de la compañía y experiencia de alguna de estas personas que nos devuelven la fe en la humanidad y nos abren nuestra mente hacia horizontes nuevos, no solo en el universo de Aristarco, sino especialmente en el que cada uno alberga en su interior.
En definitiva, Ricky, siendo cierto lo que comentas al final del blog, también lo es, que existen personajes que irradian energía como si ellos, si, fueran ese centro solar de Aristarco y cia.
Filos.
Muchas gracias por los comentarios chicos.
ResponderEliminarSiento no haber respondido antes.