Ya antes de transformarse en Imperio, desde su conversión en República allá por el 500 a.C., Roma mostró rápidamente su carácter expansionista. Aquellas conquistas, concretamente las del norte, llevaron a Roma a dominar las tierras hasta más allá del río Rin. Una vez caída la República, el primer emperador Cesar Augusto, quiso afianzar sus dominios en Germania y extender la frontera de su Imperio hasta más allá del Elba y para ello nombró gobernador de la provincia de Germania a Publio Quintilio Varo. Ante la ofensiva romana, los germanos, liderados por Arminio, se enfrentaron al poderoso ejército imperial y consiguieron vencerlo gracias a una gran emboscada en la conocida Batalla de Teutoburgo (o Batalla del Bosque de Teutoburgo) en el año 9 d.C. Aquella terrible derrota supuso, además del suicidio de Varo, que la frontera del Imperio Romano quedase definitivamente establecida en el río Rin, que se convirtió en un referente para marcar la división entre Roma y los pueblos bárbaros, entre la luz y la oscuridad.
Representación de la Batalla de Teutoburgo
Esta circunstancia se mantuvo así hasta prácticamente los últimos años de existencia del Imperio Romano. A principios del siglo V (406 d.C.), cuando Roma ya se encontraba muy debilitada y desmembrada por la auto-proclamación de varios emperadores en diferentes provincias, los pueblos bárbaros, acosados desde el este por los hunos, vieron la ocasión de atacar y encontrar nuevas tierras donde establecerse. A pesar de la siempre férrea oposición de las legiones romanas, estos pueblos (en su mayoría vándalos, alamanes y burgundios) consiguieron aprovecharse de la debilidad romana y finalmente cruzar la frontera del Rin y comenzar la invasión de la Galia. El acontecimiento, además de resultar una derrota militar y estratégica relevante, supuso un revés anímico muy importante para los ciudadanos del Imperio, y más importante aún, el pistoletazo de salida para la caída del Imperio Romano de Occidente.
Esta última parte, vista desde el punto de vista romano, referente al hostigamiento de los bárbaros, la dura resistencia de los soldados romanos y la pérdida de la frontera del Rin, es la trama principal de la novela "El Águila en la Nieve" de Wallace Breem. La narración se hace un poco difícil al principio, ya que, además de estar en primera persona, es muy directa y austera, y bastante parca en descripciones, pero poco a poco se le va cogiendo el truco y al final incluso se agradece porque encaja perfectamente con el carácter del protagonista. En cuanto a la trama, va claramente de menos a más, con un inicio un poco dubitativo y espeso, que hace costoso meterse la historia, pero que a medida que avanza, nos permite meternos en la dura personalidad del protagonista, Paulino Gayo Máximo y sufrir con los soldados romanos en la nieve germana, para en las últimas páginas llegar a un épico final digno de las grandes novelas.